Ella era mi calma y mi tormenta,
el sendero donde mi destino se encuentra,
la risa de la mañana,
la brisa que acariciaba mi alma,
la melancolía que de inspiración
me llenaba y que por las noches,
cuando su falta me visitaba,
mis insomnios más se nublaban…
Me acostumbré a las mentiras…
Me acostumbré tanto a las mentiras,
que yo mismo me repetía que volverías,
que aún me amabas, que nunca me olvidarías…