Historia de un encuentro…

No estaba perdido, buscaba el laberinto de los libros de la <Jorge Cuesta> en donde deseaba pasar parte de la mañana, y ahí te vi, te llamó la atención mi predilección por textos de José Emilio Pacheco, <qué buena elección>, me soltaste, tímidamente sólo te pude sonreír; entre ratos nuestras miradas se encontraban, se buscaban, salí de ahí y me dirigí a un famoso café, era tarde para el desayuno, pero algo debía comer, me senté, pedí, a los pocos minutos, te vi llegar, nos miramos, no sé de dónde saqué valor, pero me levanté y te invité a la mesa compartir, a lo que respondiste un dulce sí; hablamos más de lo que comimos, fue una inmediata conexión; caminamos juntos hacía <El Péndulo>, nos recomendamos lecturas, autores, hablamos de cosas más profundas, de sentimientos, pensamientos, emociones, caía la tarde, no quería dejarte ir, y tú alargabas la despedida, tampoco querías partir, intercambiamos números, sabíamos que esto no iba a quedar ahí, la vida nos cruzó en el mismo camino, a propósito quería en el destino hacernos coincidir…

¿A dónde van a parar los sueños?…

¿A dónde van a parar los sueños que
acomodamos en un rincón del corazón,
que en el intento de cumplirse
se detuvieron hasta fenecer?
¿En dónde quedó lo que éramos, la fe,
los proyectos, la esencia de nosotros
y de todo lo que luchamos por llegar a ver?
¿A dónde se irán esos momentos que en el
tiempo quedaron, pero en nuestra memoria
vivirán para recordarnos lo que pudimos ser?…

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